lunes, 1 de febrero de 2010

Relación instructor-alumno

Desde mi comienzo en la práctica he tenido varios instructores, pero seguramente por afinidad, los que más he seguido son aquellos que tienen una relación más cercana con el alumno.

Con esto no digo que sean amigos, pero sí que el instructor se encuentra más cerca del alumno en todo momento. Recuerdo que cuando comencé, muchas veces luego de la práctica íbamos a desayunar con el instructor -practicábamos a las 6.30 a.m.-. Mucho de lo aprendido en estos años lo debo a esos desayunos y charlas.

Escuché muchas anécdotas y EXPERIENCIAS de otros, y eso me sirvió -y me sirve- para formarme como instructor.

Con mis alumnos, desde el primer día, trato de tener una cercanía que ayude a todos. A veces no es fácil controlarlo, pero se trata de no pasar límites, ni la confianza extrema, ni la distancia extrema.

No puedo decir que sea la mejor forma de tener una relación instructor-alumno. Pero es la que funciona conmigo.

Cuando, como todos, dejo que mis problemas me distraigan llego al dojo con mal humor. Pero cuando la clase va transcurriendo, me doy cuenta que no es bueno seguir de esa forma, y todo vuelve a la normalidad.

Hemos compartido buenos y malos momentos. Nacimientos, casamientos, seminarios, viajes, muerte de familiares, de todo. Y tal vez sea eso lo que mantenga al grupo unido.

No somos una familia, somos compañeros de práctica, pero más allá del tatami, podemos compartir otras cosas.

Si algún límite se pasa, hay que encausar las cosas de la mejor manera posible.