martes, 7 de julio de 2009

Examen de 3er dan -sandan-, sábado 4 de julio de 2009


Rindo este examen 15 años y medio después de haber comenzado a practicar. Con idas y vueltas. Con tiempos de mucha práctica y de poco tatami. Pero nunca en estos años dejé de pensar en el aikido. Ni en los peores momentos. Había algo que me mantenía unido, conectado al aikido.

Hoy, recuerdo que el primer día de práctica no pensé en llegar a cinturón negro siquiera. No ese día. Ni que sería instructor en SEIKI Dojo. O que tendría un dojo a cargo, con alumnos que me apoyan y practican conmigo.

Nadie llega solo, dijo un amigo y compañero de práctica después de rendir. Es verdad. A mí me ayudó mucha gente. Instructores, amigos, familia, alumnos.

Algunos de ellos ya no siguen el Camino del Aiki. Otros, ya no están por aquí. Pero todos hicieron algo para que siguiera practicando.

Si de agradecer se trata, mis padres encabezan la lista. Junto con Vero -mi esposa-, y mi sensei -SAKANASHI Masafumi shihan-.

Mis padres me ayudaron y me alentaron a hacer esto. Y hasta mi viejo me acompañó en dos viajes a Sao Paulo y Barcelona, a donde fui a practicar en dos seminarios.

Vero, desde junio de 2005 comparte mi vida. Ya éramos compañeros de práctica y amigos. Y aunque somos muy diferentes en el tatami -afortunadamente-, podemos practicar sin matarnos. Algunas veces. Incluso Nacho, con sólo 2 años, me acompaña a dar clases. Una maravilla, aunque él decidirá SU Camino.

Mi sensei, SAKANASHI Masafumi shihan, me ha permitido entrar aún más en el mundo del Aikido. Me ha compartido momentos inolvidables dentro y fuera del tatami. A solas, con otros compañeros, y hasta con otros maestros.

Mis instructores, de quienes he tomado todo lo que he podido. Varios de ellos me han honrado con su amistad.

Mis compañeros, sempai y kohai. Todos ellos han sido espejos donde ver mi progreso.

Mis alumnos, quienes me honran con la elección de ser su instructor, ya que muchos de ellos tuvieron la posibilidad de elegir, y siguen conmigo.

A partir de este momento, al haber alcanzado el tercer dan, estoy autorizado a ser llamado
sensei. Aunque me siento incómodo con esto. Un examen o una graduación no pueden ser el único requisito para esto. Ni siquiera quince años de práctica. Por eso es que espero, que sean mis alumnos quienes decidan que hacer al respecto. Si ellos lo sienten seré su sensei. Si no, seguiré siendo su instructor mientras me lo permitan.

A todos, muchas gracias por haberme dejado llegar hasta acá. Y porque sé que me empujarán para seguir adelante.